EN BUSCA DEL PARAÍSO

EDICIÓN TAILANDIA

La gente me pregunta por qué. Por qué me gustan tanto este tipo de viajes, pese a su exigencia física y mental, su incomodidad (en muchos casos), las condiciones climatológicas a menudo extremas, etc.

Y, sinceramente, es algo que no me había planteado hasta que me hicieron esa pregunta por primera vez. Pero en este viaje, creo que encontré la respuesta.

A día de hoy, no diría que estoy en el mejor momento de mi vida. Hace apenas tres años que estoy intentando emprender y sacar adelante mi negocio de fotografía, vídeo y creación de contenido (con la inestabilidad que eso supone a todos los niveles). Además de eso, durante este proceso también pasé por la ruptura con mi pareja de más de tres años. Y a todo esto, se suma esa sensación de que la vida no espera, de que el tiempo pasa sin clemencia y tú sientes que estás estancado… mientras todo el resto avanza.

Pues bien, estos viajes me sirven para levantar el pie del acelerador, bajar un par de marchas y darme cuenta de lo que tengo delante (tanto figurada como literalmente): del aquí y el ahora.

Estos viajes simplifican la vida en su máxima expresión: comer, pedalear y dormir. Esas son (prácticamente) las únicas preocupaciones que existen durante esos días. Y eso, en un mundo que vive tan deprisa, en el que ya no valoramos nada debido a ese piloto automático en el que vamos, no tiene precio.

Alexandre Gazquez

Día 0 - Visita express a Bangkok

Pol y yo decidimos hospedarnos a las afueras de Bangkok, concretamente en el View Dee Airport Residence (nada lujoso, pero bien de precio y con bastantes comodidades alrededor). Como bien indica su nombre, estaba muy cerca del aeropuerto.

¿La razón? Evitarnos la más de una hora de taxi que supone entrar al centro de la ciudad.

En mi opinión, si vas a hacer bikepacking (lo que supongo que es así si estás leyendo esto), merece más la pena ir directamente en bici. Os aseguro que la experiencia de circular entre el tráfico loco de la ciudad es divertidísima, como si de un videojuego se tratara.

Nota: Los locales son muy respetuosos con los vehículos de dos ruedas, muchísimo más que en cualquier país europeo. Eso sí, como digo, el tráfico es muy caótico, así que ir con los cinco sentidos bien activados no está de más.

Como os decía, decidimos ir en bici a recorrer las calles de la ciudad y a cenar algo local. El recorrido no fue nada del otro mundo, pero el simple hecho de estar pedaleando por esas calles —tan diferentes a lo que estamos acostumbrados—, a esa hora, y con esa luz que es simplemente… distinta, ya fue suficiente para empezar a sentir esas mariposas en el estómago. Esas que aparecen al inicio de cualquier gran aventura.

Y lo que en un principio iba a ser un ride para comprobar que “todo estuviera en su sitio” y estirar un poco las piernas, terminaron siendo casi 70 km. Pero oye, a eso habíamos venido, y al parecer, todo estaba OK.

Lo que no sabíamos en ese momento era lo que nos esperaba al día siguiente por culpa de haber decidido, justo antes de dormir, que era buena idea salir un poco más tarde y empezar a rodar a las 7:19 AM. ¿Os parece pronto? Seguid leyendo y veréis por qué os digo que fue una terrible idea. Y tiene delito, porque yo ya estuve recorriendo el país en 2024 y debería haberme acordado. Pero supongo que los seres humanos olvidamos rápido los momentos malos.

Día 1 - De Bangkok a Pattaya

Nos despertamos a eso de las 6:30 AM, terminamos de cerrar las bolsas, nos vestimos, y exactamente a las 7:19 AM estábamos pulsando el botón “start” de nuestros dispositivos GPS.

Y sí, hacía calor y humedad —nada nuevo en un país como Tailandia—, pero aún era soportable, y teníamos unas ganas increíbles de arrancar la aventura, así que los ánimos estaban por las nubes.

Los primeros kilómetros fueron algo “de trámite” y bastante remotos. Hasta aproximadamente el km 73, no encontramos prácticamente nada (algo poco común en este país). Así que, si por lo que fuera decidís hacer esta ruta, tenedlo en cuenta.

En Bang Pakong decidimos parar a comer. Eran apenas las 11:30, pero encontramos un puesto en la carretera y decidimos aprovechar para recuperar fuerzas (y refugiarnos del calor, que ya empezaba a apretar).

Hasta ese momento, solo habíamos tenido que parar una vez. Pero ¿recordáis lo que os decía de que fue una mala idea salir tan “tarde”? Pues la segunda mitad de la ruta la hicimos con al menos 6 paradas. La última, en un 7-Eleven a eso de las 4:30 PM, a punto de caer redondos al suelo. Desde luego, lección aprendida: a partir de las 12, rodar se hace prácticamente imposible sin morir en el intento.

Llegamos a nuestro destino (Siri Lagoona Resort) prácticamente arrastrándonos por los suelos. Decidimos que ese sería el lugar donde dormiríamos la primera noche por una simple razón: tenía piscina.

Lógicamente, lo primero que hicimos fue quitarnos el culotte, ponernos el bañador e ir de cabeza al agua. Aunque no estaba especialmente fresca, nos devolvió a la vida.

Después de dejar reposar las piernas un rato, cogimos de nuevo las bicis y fuimos a lavar la ropa a un “Laundry Express”, los cuales están prácticamente por todas partes y son muy convenientes.

Tip: Por 50 THB (unos 1,30 €), puedes lavar la ropa de bici, que además sale casi seca. Así tendrás ropa limpia y seca a diario.

Cogimos algo de picar en un supermercado que había justo al lado, y cuando terminó el programa, fuimos a por la cena: ni más ni menos que un pato entero entre los dos. Tras devorarlo, nos fuimos a dormir.

Como os decía, habíamos aprendido la lección, y la alarma del día siguiente iba a sonar a las 5:00 AM (veréis que esta se iría adelantando con los días, mientras nos adaptábamos a ese ritmo).

Día 2 - De Pattaya a Ban Khung Wiman

5:38 AM. Íbamos mejorando, pero todavía había margen.

Empezábamos el día con un poco de gravel, cruzando campos que parecían ser de cacahuetes. La paz y tranquilidad que se respiraba a esas horas era prácticamente indescriptible.

Sí, es duro salir de la cama a esa hora, pero os aseguro que la recompensa vale la pena. Tanto por lo mágico del momento como por el hecho de evitarse unas cuantas horas de calor más tarde.

Después de un par de horas pedaleando, nuestras barrigas empezaban a recordarnos que no comíamos nada desde la noche anterior. Bueno, siendo totalmente sincero, ya nos lo estaban recordando desde que abrimos los ojos, pero no encontramos nada abierto hasta después de recorrer unos 40 km.

Estábamos en medio de la nada, pero lo bueno de este país es que, incluso en medio de la nada, puedes encontrar algún mercado, una paradita, o la casa de alguien transformada en tienda, con neveras y snacks. Algo ideal, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas.

Después de esta primera parada, conseguimos recorrer otros 40 km del tirón. En Ban Phe encontramos el primer pueblo “grande” desde hacía bastantes horas (contando también el día anterior). Recargamos agua y aprovechamos para refugiarnos en los supermercados, ya que otra vez nos habían pillado las horas extremas de calor.

A partir de ahí, empezaba de nuevo la odisea. Lo que hasta este momento habíamos cubierto con una sola parada, ahora nos obligó a hacer cinco o seis más hasta llegar al destino. La última de ellas fue en un restaurante perdido en una carretera prácticamente desierta, donde comimos uno de los mejores platos de arroz frito del viaje. Y, por cierto, a un precio increíble: unos 2 € por cabeza, bebidas incluidas.

Después de esa parada —que nos salvó de una insolación—, llegamos a Ban Khung Wiman, un pueblo costero bastante remoto, donde decidimos pasar la noche en el Faasai Resort and Spa. ¿Adivináis por qué? Exacto: tenía piscina.

Pese a haber pillado algunas horas de calor extremo, llegamos mucho más enteros que el día anterior (y con mucho más tiempo), así que pudimos descansar un buen rato en la piscina mientras nos comíamos unos plátanos que nos regaló la señora encargada del lugar. Más tarde, cogimos de nuevo las bicis y fuimos a cenar a un sitio llamado Wiman View Cafe, donde comimos como si fuésemos cuatro.

Nota: Algo que me parece extremadamente curioso de Asia es que, incluso en pueblos locales y remotos como este, puedes encontrar negocios como el Wiman View Cafe, que parecen una especie de intento de lugar turístico… pero en un sitio que no lo es en absoluto. El contraste es verdaderamente extraño.

Terminamos de cenar y nos fuimos directos a la cama (bueno, puede que editáramos alguna foto, pero poco más). Nos habíamos marcado un reto no hablado: salir cada día un poco más pronto. El recuerdo de las horas bajo ese “sol de fuego” era suficiente para motivarnos.

Día 3 - De Ban Khung Wiman al paraíso (Koh Kood)

¿Alguno/a de los que estáis leyendo esto tenéis iPhone? ¿Sabéis cómo suena la alarma del pato? ¿No? Escuchadla y me decís qué os parece. Y una vez lo hayáis hecho, imaginad que eso os despierta a las 4:15 AM después de haber recorrido 150 km el día anterior, bajo un calor abrasador y con una bici que pesa unos 20 kg. ¿Desagradable, verdad? Bien, ¿se lo podría decir alguien más a Pol? Gracias.

5:19 AM, 137 km y un ferry que coger, el cual nos iba a llevar al paraíso (aunque en ese momento todavía no éramos conscientes de ello).

Como ya os habréis dado cuenta, los otros días tampoco había mucho desnivel (algo que, ya os aviso, será tendencia), y la ruta de ese día no era ninguna excepción.

Después de recorrer apenas 15 km, encontramos el primer 7-Eleven abierto y decidimos aprovechar para desayunar lo que acabaría convirtiéndose en nuestro menú estrella de cada mañana: un par de sándwiches (bastante decentes, ya que te los planchan), onigiris, algo para hidratarse y un yogur líquido con el que Pol estaba obsesionado.

Creedme cuando os digo que, dentro de lo que cabe, era la comida más “real” que éramos capaces de encontrar.

Tip: No está de más guardar un par de onigiris en la mochila para un snack rápido.

Ese día, sin siquiera comentarlo, tomamos la decisión de no entretenernos mucho por el camino. Teníamos un objetivo claro: la isla.

Hasta los últimos 30 km, llevábamos un ritmo “normal” para un viaje de estas características. Pero en la última hora, no sé bien por qué, decidimos que sería buena idea darnos relevos e ir a más de 30 km/h de media.

En ese momento no le vi mucho sentido, aunque lógicamente no se me pasó por la cabeza levantar el pie del pedal. Pero gracias a eso, no perdimos el ferry de las 12:00.

Llegamos sudando como tocinos al Ban Leam Son Pier, pero resulta que ese puerto era solo para alquileres, así que tuvimos que pedalear un par de kilómetros más hasta Laem Sok Pier.

Como os digo, compramos los tickets (que no eran precisamente baratos) a falta de apenas un par de minutos para la salida. Además, desde la oficina te llevan al embarcadero en una pequeña pick-up, pero eso nos lo ahorramos gracias a ir en bici. Y menos mal, porque si no, lo habríamos perdido.

En el barco, uno de los tripulantes ató nuestras bicis a la popa y pusimos rumbo a Koh Kood.

Pol aprovechó la hora de trayecto para echarse una cabezada. Yo, que estuve vinculado al mundo náutico durante muchos años, simplemente disfruté de la brisa y del sonido de las olas rompiendo contra la proa.

Sí, lo sé. Me pongo un poco melancólico cuando hablo del mar, pero siento que, de alguna forma, es mi hábitat natural. El lugar al que pertenezco. Para muchos esto no tendrá sentido, pero para mí sí. Y con eso tengo suficiente.

Nos acercábamos a la isla y… no podíamos creer lo que veían nuestros ojos. Al parecer, ChatGPT tenía razón: Koh Kood era (y es), cito textualmente, “la isla paradisíaca menos turística de Tailandia”. El “puerto” era lo que parecía ser un antiguo pueblo de pescadores, con amarres y casitas de madera. Realmente increíble y auténtico.

Eso sí, todo el desnivel que no íbamos a hacer en los 8 días de viaje nos lo tenían reservado para los primeros 3 km de la isla, con rampas de más del 20 %.

Tardamos casi 40 minutos en recorrer los apenas 10 km que nos separaban del resort donde íbamos a dormir. De hecho, se me paró la actividad en el ferry, así que aquí la tenéis:

Es verdad que no había muchísima gente, pero al tener la isla apenas 20 km de punta a punta, muchos alojamientos estaban completos.

Después de preguntar en uno y buscar bastante por Booking, conseguimos una habitación en el Suanya Koh Kood Resort & Spa. Fue, sin duda, la noche más cara del viaje (40 € por persona). Pero teniendo en cuenta que estábamos, literalmente, en el paraíso, con piscina, playa privada, etc., no nos íbamos a poner quisquillosos.

Aprovechamos para comer allí mismo (una comida increíble, por cierto) y después dedicamos el resto de la tarde a hacer lo que habíamos venido a hacer: tomar el sol en la playa, ver el atardecer y descansar.

El día siguiente lo íbamos a dedicar a explorar la isla y a hacer un poco más de lo mismo. Lo que teníamos claro era que no íbamos a tocar las bicis. Pero eso… es historia para luego.

Día de “desanso” en Koh Kood

Los/as ciclistas somos unos/as agonías. Supongo que estaréis de acuerdo con esta afirmación, ¿verdad?

Pues esta vez, Pol y yo decidimos dejar esa agonía que nos caracteriza a un lado, y aprovechar que estábamos en una isla increíble para alquilar un par de motos, dejar las bicis en el hotel e ir a explorar. Y, pese a que el día empezó con una lluvia tropical que nos obligó a refugiarnos en un café durante media hora, creo que fue uno de los mejores del viaje.

No es fácil de explicar con palabras, pero ese día fui muy feliz.

Dos amigos explorando una isla paradisíaca, con nuestras cámaras a la espalda y sin ninguna preocupación más allá de qué sabor queríamos para nuestro smoothie (riquísimos todos, por cierto).

Lo primero que hicimos fue ir a visitar Ao Yai Fisherman Village, al sur de la isla. Un lugar que nos dejó boquiabiertos.

Es difícil de creer que, en pleno siglo XXI, sigan existiendo lugares como estos: auténticos, desintoxicados del mundo occidental… puros.

Al rato, el sol volvió a aparecer en el cielo y fuimos recorriendo todas las playas que nos encontramos por el camino. Antes del atardecer, nos adentramos con las motos por algunos caminos de tierra para ir a visitar la Khlong Chao Waterfall, para encontrarnos con que, lógicamente, al ser época seca, había de todo menos cascada. De todas maneras, el recorrido hasta allí fue divertidísimo.

Antes de ir a cenar, decidimos ver el atardecer en Ao Phrao Beach. Y bueno, como suele decirse, “una imagen vale más que mil palabras”, así que me callo y os dejo con un par de ellas.

Esa noche pensamos que era la ideal para darnos un homenaje, y fuimos a cenar al King Seafood Restaurant. Me atrevería a decir que comimos uno de los mejores pescados a la brasa que he probado nunca. De hecho, pedimos un pescado que el amable y gracioso propietario del local nos dijo que pesaba alrededor de 1 kg. También pedimos vieiras y calamar. Todo a la brasa, y todo delicioso. Lo acompañamos con dos platos de arroz y un par de cervezas. Y todo eso por unos 15 € por cabeza.

Estoy bastante seguro de que esta misma cena (y tal vez ni siquiera de la misma calidad) en cualquier lugar de Europa nos habría costado más de 60 o 70 € cada uno.

Y ya para terminar el día, nos dirigimos al lugar donde íbamos a pasar la segunda y última noche: Lungpeiykhomestay. Sí, cambiamos de sitio porque en el resort de la primera noche no tenían disponibilidad. Como íbamos con las motos, y no nos pusieron ninguna pega en dejar las bicis (y recogerlas al día siguiente) en el primer alojamiento, buscamos un sitio un poco más apartado de las playas. Estaba genial, y además nos costó la mitad de precio.

Fuimos en busca del paraíso, y no solo lo encontramos, sino que lo disfrutamos como dos niños pequeños.

Y no me malinterpretéis: haber llegado hasta allí en bici lo hacía todavía más especial. Pero haber podido desconectar un poco de ellas y explorar la isla de la manera en que lo hicimos fue genial para recargar pilas: tanto física como mentalmente.

Porque sí, la bici a día de hoy se ha convertido en un estilo de vida para mí, pero a veces siento que, “por culpa de eso”, se me olvida que la vida es mucho más que una única cosa. Y, como en todo, la clave está en el equilibrio. ¿No creéis?

“La bici como el medio, no como un fin.”

AG

Día 4 - De Koh Kood a Pong Nam Ron

No os voy a mentir. Esa mañana nos despertamos con sentimientos encontrados: No queríamos irnos de la isla, y a la vez queríamos seguir explorando con nuestras bicis.

Como no nos quedaba otra, fuimos a devolver la motos y a recoger las bicis al resort en el que pasamos la primera noche. Nos enfundamos el culotte y deshicimos el camino del primer día (por suerte con mucha menos pendiente).

Se suponía que el primer ferri salía a las 9:00 AM, pero no arrancamos hasta casi las 10:00 AM. Además, esta vez íbamos a contracorriente, por lo que tardámos algo más de hora y media en llegar a puerto. Lo que significaba que estábamos empezando a recorrer los 132 km que nos separaban de Pong Nam Ron (dónde íbamos a hacer noche) a prácticamente las 12:00 del mediodía.

Supongo que no hace ni siquiera falta que os diga que empezamos a pedalear a la peor hora posible, pero tampoco teníamos más opción, así que decidimos tomárnoslo con filosofía e ir kilómetro a kilómetro.

Para nuestra sorpresa, no fue tan crítico como teníamos en mente. Cosa que me hizo reflexionar lo siguiente: las expectativas no sirven de nada. Si tus expectativas son muy altas o positivas, te puedes llevar un chasco, y si son bajas o negativas, y luego no es para tanto, te habrás estado preocupando en vano. Es por eso que cada vez soy más pro “ir con el flow”.

Además, como no hay mal que por bien no venga, recorrimos pistas de esas rojas de ensueño (las cuales no tienen nada que envidiar a ninguna de Girona, por poner un ejemplo) y presenciamos un atardecer increíble.

Dicho esto, una vez se hizo de noche, empezamos a tener la sensación de que llevábamos tres días encima de la bici. Nos habíamos despertado muy pronto para coger el ferry y, entre una cosa y otra, no habíamos parado quietos en todo el día.

Llegando a Pong Nam Ron, ya muertos de hambre y de sueño, en medio de una carretera en la que a priori parecía que no íbamos a encontrar nada, nos topamos con una de esas incongruencias del país: el restaurante Blue Maple. Os recomiendo echarle un vistazo, tanto a éste como a los alrededores, para que entendáis a lo que me refiero cuando digo que hay cosas que no tienen sentido alguno.

Después de cenar, recorrimos un par de kilómetros más en busca de un lugar donde dormir. Ya era de noche y todo estaba en silencio. El primer lugar al que fuimos estaba cerrado. En el segundo, de primeras no encontramos a nadie que nos atendiera, pero como os he dicho ya en más de una ocasión, esta es una de las cosas que hace de Tailandia un país súper fácil para hacer bikepacking.

El lugar al que llegamos se llama: อัมรารีสอร์ท (ni siquiera tenía traducción). Y después de dar un par de vueltas, dimos con la casita en la que se encontraba la señora que nos dio la habitación, la cual, por supuesto, no hablaba ni pizca de inglés (Tip: hoy en día todos/as tenemos al mejor aliado para estos casos en nuestros bolsillos, y Google Translate es una herramienta que os salvará de más de un apuro).

Ese día fue uno de los que más tierra pisamos, y tanto las bicis como nosotros llegamos realmente sucios. Así que nos duchamos, fuimos a lavar la ropa a unas lavadoras que había justo enfrente de la carretera (como os digo, están en todos lados, incluso donde menos te lo esperas) y nos fuimos a dormir.

La alarma del día siguiente iba a doler…

Día 5 - De Pong Nam Ron al medio de la nada

Esta vez, Pol tuvo la decencia de no poner su alarma de pato. A cambio, tocó levantarse con la que simula un sonido de alarma nuclear.

No sé cómo lo hicimos, pero conseguimos empezar a pedalear a las 5:30 AM. Supongo que el simple hecho de pensar en el calor que pasamos el primer día era razón más que suficiente para que no se nos pegaran las sábanas.

Nos topamos con el primer 7-Eleven apenas 2 km después de haber arrancado, así que pensamos que no sería mala idea aprovechar la ocasión para desayunar nuestro ya habitual combo de sándwich y onigiris. Sé que a priori puede parecer extraño, pero los/as más experimentados/as en este tipo de aventuras sabréis que, en el fondo, no es para nada un mal desayuno.

Después de esa primera (y prematura) parada, conseguimos recorrer unos 60 km del tirón. De nuevo, por pistas de arena rojiza, las cuales, con el contraste del verde de la vegetación y el azul del cielo, creaban un contraste realmente fotogénico.

Ese día, nuestro destino era el Sonne Country Resort (ซอนเนอ รีสอร์ต). Sin duda alguna, el contraste más loco de toda la aventura.

En medio de la nada (no os podría ni siquiera dar un nombre de pueblo como tal), habían levantado este “resort” y el Sonne Country Café justo en frente, al otro lado de la carretera.

El café (donde comimos) parecía la casa de la pradera. Y el “resort” y sus habitaciones, algo digno de ver.

¿Pero por qué digo que me parece tan loco? Pues precisamente porque el “pueblo” era, sin duda, el más local y remoto de todo el viaje.

Mientras comíamos, nos enteramos por familiares y amigos de que un terremoto de magnitud 7,7 había sacudido Myanmar, afectando también Bangkok y provocando varios destrozos significativos. Nosotros, a apenas 150 km de la gran ciudad, no notamos ni un mínimo temblor (por suerte).

Después de comer y descansar un rato, aprovechamos para crear algo de contenido de estilo “lifestyle” para varias de las marcas que habían decidido confiar en nosotros y apoyarnos en el viaje, de una manera u otra.

Y al terminar, retomamos nuestra rutina diaria: limpiar y engrasar las cadenas, ir a lavar la ropa (sí, incluso en ese pueblo pudimos encontrar lavadoras) y buscar un lugar para cenar.

La chica del café (que era la misma que la del “resort”) nos dijo que no iba a abrir el local por la noche, así que nos vimos forzados a cenar en un lugar de barbacoas local. ¿La sorpresa? Una de las mejores cenas del viaje.

Al terminar, fuimos a la habitación y nos encontramos con que la rueda trasera de Pol estaba pinchada. Bueno, de hecho, ya nos habíamos dado cuenta antes de ir a cenar, pero le pedimos a un buen hombre de un taller que nos dejara hincharla, y teníamos la esperanza de que el líquido tubeless hubiera taponado el pequeño agujero.

El problema estuvo en que, con el calor, el poco tubeless que le quedaba se había secado, así que Pol se vio obligado a poner una cámara de aire. (Nota: en estos países, el suelo no es el más limpio del mundo y hay bastante riesgo de pinchar. Revisar el líquido y llevarse un poco de emergencia en un bote pequeño no está de más).

Día 6 - Del medio de la nada a (inesperadamente) Bangkok

El plan inicial era visitar el Khao Yai National Park y quedarnos a dormir por la zona. Pero apenas transcurridos 25 km, y después de un rato de shooting (aprovechando que nos encontrábamos en un escenario espectacular para ello)… me fui al suelo.

Queríamos grabar una pequeña escena dinámica por pista, me puse la DJI en la boca y le dije a Pol que rodara lo más rápido que pudiera, para intentar transmitir esa sensación de velocidad en el vídeo. Con la mala suerte de que, un agujero inesperado, a alta velocidad, y yo demasiado pegado a la rueda de Pol, terminó con nuestra diversión.

Impacté a más de 35 km/h, y como iba cogido fuerte al manillar, la potencia cedió (lo normal para evitar que ésta se parta). Entonces, la inercia hizo su función y salí disparado por delante de la bici, aterrizando con la cabeza y el lateral derecho.

Por suerte, quedó todo en un susto (sobre todo para Pol), un par de rasguños y un objetivo que tendré que llevar a reparar. Como decía, podría haber sido mucho peor.

Después de la caída no pude dejar de pensar en mi nueva colaboración de este año con el RACC.

El seguro de viaje deportivo es una de esas cosas imprescindibles en cualquiera de mis aventuras, y poder colaborar con una empresa como el RACC, después de haber estado adquiriéndolos de mi propio bolsillo durante los últimos años, es un verdadero lujo. Y si tú te quieres beneficiar de un descuento en tu próximo seguro de viaje, te dejo aquí un enlace para que puedas hacerlo: https://www.racc.es/?ref=njdjodv&aff=1.

¿He aprovechado la caída para hacer promoción de esto? Es posible. Y, por supuesto, me llevo una pequeña comisión si adquirís algún producto desde este enlace, pero tú te beneficias de ello, y yo también. ¿Qué tiene eso de malo? Estas cosas son las que me permiten poder dedicar todas estas horas de trabajo para que podáis disfrutar gratuitamente de este tipo de contenidos :).

Intenté recomponerme para seguir con el plan inicial, pero cuando la adrenalina bajó, el dolor empezó a multiplicarse. Fue entonces cuando le pedí a Pol reajustar nuestro plan, ahorrarnos un día e ir directamente a Bangkok por carretera (el terreno irregular me hacía polvo).

No os imagináis lo que agradecí que fuera él mi compañero. Cuidó de mí en todo momento, comió kilómetros de viento en rectas infinitas durante horas, y eso mientras adaptaba su ritmo al mío y mantenía un ojo hacia atrás para ver que pudiera seguirle. (Nota: Este tipo de viajes son exigentes, tanto física como mentalmente. Escoged bien de quién vais a ir acompañados/as).

Pese a la ayuda de Pol, los más de 100 km restantes se me hicieron eternos. A medida que iba pasando el tiempo, me empezaba a doler más todo el cuerpo, y el calor y el terreno no ayudaban.

A apenas 20 km del hotel del primer día, Pol volvió a pinchar. Lo que había empezado como un día increíble, terminaba como uno de esos días en los que simplemente quieres llegar.

Pero si algo tenemos los/as ciclistas, es que somos cabezones/as como los/as que más. Y, por supuesto (también porque como ya he dicho en varias ocasiones: “no nos quedaba otra”), llegamos al hotel pasado el mediodía.

Nuestra (mala) suerte no terminaba allí, y para colmo, nos dijeron que no tenían habitaciones disponibles para ese día, por lo que tuvimos que alargar lo que ya parecía un día eterno un poco más, y desplazarnos unas cuantas calles hasta el Yamyen Hostel.

Aunque, como siempre, no hay mal que por bien no venga, y nos ahorramos algo de dinero que, después de una dolorosa ducha, utilizamos para ponernos las botas a la hora de la cena en un buffet libre de sushi: Oshiki Sushi (โอชิกิ ซูชิ ลาดกระบัง), que, para nuestra sorpresa (de nuevo en la línea del país), es hasta la fecha uno de los mejores sushis que hemos comido. Por lo menos, en relación calidad-precio.

Este día marcaba el fin de nuestra aventura y, pese a que no acontecía como teníamos previsto, las conclusiones durante la cena fueron todas positivas: como estaba grabando, tenía la caída documentada (la podéis ver aquí), nos habíamos ahorrado un buen pellizco con el cambio de hotel, íbamos a disponer de todo un día entero para “lavar” las bicis y hacer la maleta, y además íbamos a poder ponernos al día con varios mails pendientes y hacer copias de seguridad del contenido. Todo sin prisa, ya que, por una razón u otra, habíamos llegado a Bangkok un día antes de lo previsto.

Últimos días

El último día de viaje siempre es un poco extraño. En parte, siempre hay esas ganas de volver a casa, pero por otro lado, no quieres que termine. ¿No os pasa?

Me desperté muy dolorido. Si os habéis caído alguna vez en bici, sabréis que no hay nada peor que el día siguiente a la caída.

Lo primero que hicimos fue ir a buscar algún lugar donde pudiéramos quitar todo el polvo a las bicis. No es lo ideal si no tienes cómo secarlas, pero el nivel de suciedad era bastante extremo, y como teníamos todo el día por delante, iban a tener tiempo de sobra para secarse.

Encontramos un lavado de coches y les pedimos permiso para usar la pistola nosotros mismos. Los cuatro hombres que estaban allí se quedaron flipando. Creemos que pensaron algo como: “¿Espera, que nos van a pagar por hacer el trabajo ellos mismos?”. Fue una situación bastante graciosa.

Después de eso, fuimos a un café llamado The Tempo, el cual ya habíamos frecuentado los días anteriores a nuestra aventura. O mejor dicho, que yo había frecuentado mientras esperaba a que Pol llegara de nuevo a Bangkok. Si no sabéis de qué hablo, echad un vistazo a su blog y lo entenderéis.

Nos pasamos allí toda la mañana, hasta la hora de comer. Ambos somos autónomos, y si hay alguno/a en la sala, entenderá la paz mental que nos supuso poder dedicar unas horas a contestar mails y adelantar trabajo acumulado. Comimos en un local de carretera, concretamente aquí: Meng Phochana (เม้งโภชนา). Y cuando terminamos, volvimos de nuevo al café, hasta la hora de cenar.

Para cenar, decidimos probar un sitio muy local que llevaba días viendo y que me había generado curiosidad: Cheng Sim Ei Lat Krabang 40 (เช็งซิมอี๊ สาขาลาดกระบัง 40). No estuvo mal, pero no fue suficiente para el déficit calórico que arrastrábamos, por lo que cayó una segunda ronda en el Ebisu Ramen (เอบิสึ ราเมน ลาดกระบัง), que sorprendentemente fue uno de los mejores ramen que nos habíamos comido nunca.

Al terminar, volvimos al hotel y Pol empaquetó la bici, ya que su vuelo salía muy pronto a la mañana siguiente. El mío no despegaba hasta la medianoche (del día siguiente), por lo que todavía me quedaban unas cuantas horas de trámite, que aproveché para seguir trabajando en el café y tomar unas últimas fotos a mi Trek Checkpoint SL 7 para concluir con el contenido.

Conclusiones

Y ahora sí, la aventura había llegado a su fin.

Espero que os haya gustado y, si hay algo que queráis saber, alguna duda que tengáis sobre cómo creamos este tipo de contenido, algo relacionado con la organización, material, logística, costes, etc., no dudéis en poneros en contacto conmigo a través de cualquiera de las opciones que podéis encontrar AQUÍ. Estaré encantado de contestaros en privado o de crear otro blog o vídeo si alguna de las preguntas se repite lo suficiente.

Por ahora, me despido, pero antes, una última pregunta:

¿Nos vemos en el siguiente?

CON EL APOYO DE…

Sin el apoyo de marcas como Trek Bikes España, Tailfin, Framesandgear o el RACC, estos viajes, aventuras y proyectos no serían posibles.

Así que me gustaría dedicar un momento a agradecer el apoyo de todas ellas, así como el tuyo, sea quien sea que esté leyendo estas últimas líneas del blog.

PRODUCTION & MEDIA

Alexandre Gazquez

ApperStudio

RIDERS

Alexandre Gazquez

Pol Tarrés

TEXT

Alexandre Gazquez

If you want to be the first to know about the upcoming ones, don't hesitate to subscribe to my newsletter below. I assure you the year has just begun and there are exciting journeys on the horizon.

Previous
Previous

IN SEARCH OF PARADISE | THAILAND EDITION

Next
Next

BIKEPACKING "THE ORIGINS" | THAILAND